HISTORIA


LAS HERMANAS TERESIANAS LLEGAN A MÉRIDA EN 1892.

En la década de los noventa un grupo de señores de la sociedad de Mérida preocupados por la educación de sus hijos e hijas lograron que el Pbro. Celestino Álvarez Galán viajara a España y se entrevistara con el Pbro. Enrique de Ossó y Cervelló (1840 - 1896) fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Esta entrevista fue determinante para ambos. El Pbro. Álvarez encontró en la Compañía de Santa Teresa de Jesús la mejor opción para formar integralmente a la futura sociedad cristiana. La compañía de Santa Teresa de Jesús tenía ya 16 años de fundada y se había extendido no sólo en España sino también en América y África; su fin era formar a Cristo Jesús en los corazones y en la inteligencia a través de la educación y de la instrucción.

Al aceptar la solicitud de una nueva fundación en Mérida, la madre general, Rosario Elíes llamó a la madre Teresa Plá para encabezar el grupo de religiosas destinadas a la fundación del Colegio Teresiano de Mérida.

Las primeras religiosas teresianas que llegaron a Mérida en diciembre de 1892 en compañía del padre Alvarez fueron: Carmen Chavarría, Concepción Domenech, Angela Serra, Teresa Castelló, María Cervantes, Magdalena Amargos y Encarnación Marco.


PRIMERA ETAPA DE EXISTENCIA DE EL COLEGIO TERESIANO (1892-1915)

El número de alumnado que se había inscrito al abrirse el Colegio y el que se preveía para el siguiente año escolar obligó a las hermanas a buscar un local más grande ya que el que se rentaba para el Colegio resultaba insuficiente.

La madre Carmen Chavarría se decidió por la casa de la calle 60 número 42. Poco después se pudo comprar con el apoyo de personas cercanas al Colegio así como también se compró el terreno que colindaba con el predio por la parte posterior y que tenía salida a la calle 58. En él se construyó un edificio destinado a la enseñanza Primaria.

En 1915 Alvarado promulgó la Ley General de Educación Pública "En esta ley se establecía la Enseñanza Primaria obligatoria y el laicismo también obligatorio; se disponía la forma en que debían trabajar las autoridades educacionales; se legislaba acerca de las Escuelas Normales, Vocacionales, Preparatorias y Profesionales, y se imponían condiciones estrictas a la enseñanza particular."

A la madre Elena Hernández, superiora en ese entonces del Colegio Teresiano de Mérida, le tocó aceptar esta ley y el 29 de septiembre faltando un día para el inicio del nuevo curso, la superiora recibió órdenes del gobierno de desocupar antes de dos horas la casa. No había nada que hacer. Como plazo último para desocupar la casa en la que habían laborado por 22 años aproximadamente, tuvieron el día primero de Octubre a las 8.00 horas.

El Colegio Teresiano cerró sus puertas como también lo hicieron los otros colegios confesionales establecidos en Yucatán. Igualmente todos tuvieron que abandonar el estado y salir fuera del país rumbo a Cuba.


REAPERTURA DEL COLEGIO TERESIANO. ( 1921 )

Un grupo de alumnas deseosas de que el Colegio Teresiano volviera a tener un lugar en la sociedad yucateca, decidió visitar y pedir el apoyo del señor Arzobispo Tristschler y Córdova. El interés y los deseos las llevó hasta entrevistarse con el entonces gobernador del estado, Antonio Ancona Albertos, quien devolvió el local del Colegio y permitió su apertura, siempre y cuando los profesores teresianos cumplieran estrictamente la Ley de Instrucción Pública.

Las hermanas desembarcaron en el puerto de Progreso el 3 de enero de 1921, ese mismo día llegaron a Mérida y ya en el Colegio el señor Arzobispo les dio la bienvenida. La nueva comunidad estuvo integrada por las madres: Concepción Domenech: Conciliaria Provincial, María Pérez García: Secretaria Provincial, quien venía como encargada de la casa interinamente, María Teresa Mier Solórzano, Jovita Toledo y hermana Elena Torres.

El Colegio reinició sus cursos el 17 de enero ya pasado el primer trimestre del año escolar, con 200 alumnos.

Es así como inició la historia de los primeros 125 años de presencia teresiana en Yucatán, años que han sido un regalo para hacer realidad el sueño de San Enrique de Ossó “Conocer y amar a Jesús para hacerle conocer y amar” y que continúa siendo una opción para continuar en el mismo lugar y con la misma misión sembrando y haciendo crecer el carisma teresiano en Yucatán durante muchos años más.